Confesaré que le he dado muchas vueltas a cómo plantear esta entrada. En la anterior, anuncié que me iba de largo fin de semana (y sí, era a Londres). Pero no me iba simplemente de viajecillo, sino en buena compañía. Qué digo buena, ¡maravillosa! Muchísimas gracias, Lu, por este fin de semana, el mejor en muchísimos años. Espero que éste sea sólo el primero de muchos otros viajes. En realidad, sé que lo es.
Hay demasiada gente, cercana y lejana, incluso desconocida, a la que tengo que hacer un monumento por haberlo hecho posible. Pero tampoco quiero convertir este blog en una discusión sobre mi situación sentimental. El que esté interesado, ya tiene teléfono, el mail o el Facebook, que es la plaza de vecinas cotorras de los tiempos modernos.
Impresiones en modo telegrama:
– Londres sigue estando tan estupenda como la dejamos hace seis años, cuando estuve allí por última vez. Eso sí, sigue siendo tan cara como la recordaba, en especial el transporte. Pero when a man is tired of London, he’s tired of life. Y ya van ni sé cuántas veces…
– Los nuevos controles en los aeropuertos son una pesadez, pero hay que resignarse. Aunque fastidia mucho cuando tu avión llega más de 45 minutos tarde y te encuentras con que, en lugar de estar tú esperando en el aeropuerto, te tienen que esperar a ti. Ya me decía yo que estas cosas hay que hacerlas de la forma tradicional. O sea, en París, que es Schengen 100%.
– La ciudad, un fin de semana de noviembre, está llenita de españoles. Pero a reventar. ¿No está España en crisis? ¿Será influencia de los vuelos low cost? Da igual que sea un italiano en Bayswater o una tienda de souvenirs en Oxford Street, un restaurante en Notting Hill, españoles por doquier…
– La mitomanía sigue en auge. El famoso paso de cebra de Abbey Road, donde la portada de los Beatles, está copado de turistas – especialmente pesados los italianos – cruzando para recrear la famosa portada. Y los fotógrafos se juegan la vida entre el tráfico para obtener la ansiada instantánea, pero con gusto. Compárese:
– Ha sido uno de los viajes más improvisados de mi vida, en todos los sentidos. Y eso, para alguien al que le encanta planificar las cosas como a mí, no deja de ser chocante pero muy satisfactorio cuando sale todo tan bien como lo ha hecho.
– Se me está haciendo el oído al sueco. De hecho, de primeras todo lo que oía era sueco, con sus 18 vocales, antes de darme cuenta de que no, ese idioma raruno que escucahaba es inglés. Será la costumbre…
– Hemos descubierto que nos encanta el Chianti, y que en Londres también se puede comer bien por un precio moderado.
– Ha quedado mucho por ver: el mercadillo de Camden Town, museos, subir a la London Eye o a San Pablo, tumbarse en la colina de Greenwich mirando a los Docklands, ir al Speaker’s Corner a ver cómo divaga la gente y arregla el mundo subidos en cajas de fruta – y ahora tienen más motivos que nunca -, comerse unos churros en la Churrería Española de Queensway, ir a Harrod’s, subir a Parliament Hill, ir al cine en Leicester Square, pasear por la zona de Covent Garden, visitar el andén 9 3/4 (esto en plan frikazo) y tantas otras. Pero todavía nos queda dinero en las Oyster Cards, así que antes o después habrá que volver. Y yo me he quedado con ganas de comprarme una máscara de Guy Fawkes.
– Desafortunadamente, me dejé la cámara en Göteborg (todo por meter el paraguas gigantesco que me he agenciado y que luego casi no hizo ni falta). Afortunadamente, con Lucía sobra talento fotográfico hacer un reportaje completo, ganas me han dado de comprar una réflex. Así que, si las fotos están bien, es gracias a ella, que es una artista.
Recomendación cinéfila: hay que ver Match Point. No es la típica película de Woody Allen, sale Londres preciosa, habla de las casualidades y de la suerte, y encima hay buenorros para ellas y macizorras para nosotros.